Corría el año 1983 en la ciudad de La Plata. Por ese entonces, en la Unidad Penitenciaria n° 9, Marcos Terruzzi convivía con su sombra. La celda no era aquel hogar con el que Marcos había soñado alguna vez. En esa jaula de 4 metros cuadrados, el hambre, el miedo y la culpa se asomaban día y noche para atormentarlo y hacerle recordar, a cada instante, aquello que lo había llevado a ese horrible lugar.
Una tarde de verano, sucedió algo atípico, algo que rompió el molde que le daba forma a los días de Marcos. No fueron muchas palabras, no obstante, bastaron para despertar su intriga: -¡“Que Dios te bendiga hermano”! –exclamó el desconocido mientras le entregaba un tratado. El desconocido, que no era nada más ni nada menos que otro preso, mientras se volteaba para continuar su camino, dijo…-¡“Ah, esta noche tenemos una reunión especial en el pabellón cuatro, te espero! Esa noche un predicador llamado Rino Bello habló sobre el pecado, el perdón, el arrepentimiento y mencionó a un tal Jesús que despertó la curiosidad y conmovió el alma de Marcos.
Actualmente Marcos está casado con Gladys, con quien tiene seis hijos y activamente predica la palabra de Dios visitando cárceles e iglesias.
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